martes, 17 de abril de 2012

Una mirada docente hacia Diarios de calle

           Diarios de calle es un film que nos presenta la evolución y el aprendizaje que experimenta una docente novel, Erin, en el instituto de un barrio marginal californiano, donde de poco o nada sirven los métodos didácticos clásicos estructurados y organizados para enseñar a aquellos alumnos que, realmente, no necesitan de un guía u orientador en sus aprendizajes. Tendrá que desprenderse paulatinamente de los anquilosados métodos académicos que conoce, a los que los alumnos les adjudican un sentido absurdo, puesto que en nada pueden repercutir en una mejora sustancial de sus violentas y emocionalmente inestables existencias, y poner en práctica nuevas estrategias que conecten directamente los contenidos y los objetivos docentes perseguidos con los intereses de sus alumnos y con las miserias de sus vivencias, estrategias que distan mucho de aquello para lo que, en teoría, Erin se halla preparada.
            Pese a las dificultades que se le presentan y su falta de experiencia docente, Erin no está dispuesta a tirar la toalla y se vuelca por completo en adaptar todo el contenido y la metodología didáctica a las necesidades e intereses particulares de los alumnos.
            En un principio, se halla desconcertada y da algunos pasos a ciegas en su intento de aproximarse a su alumnado, puesto que pretende incitar la motivación de sus alumnos sin poseer un conocimiento real, efectivo y profundo de los individuos que configuran su aula. Por ello, se centra en el cliché de acercarse a ellos a través de un foco de interés común, como puede ser la música. Este hecho supondrá una primera toma de contacto para abrir los ojos a la realidad y tomar consciencia de que para trabajar con unos alumnos que presentan unos problemas familiares, sociales y económicos tan devastadores, que se hallan sumergidos en una impetuosa vorágine de marginalidad, drogas, bandas armadas, asesinatos, venganzas, delincuencia, etc.,  no puede quedarse en el plano superficial de sus gustos, sino que debe ahondar en la psique de cada uno de sus alumnos, en la problemática que ha marcado sus jóvenes vidas y sesgado sus ilusiones vitales, para poder ofrecerles un cambio radical que les permita tomar las riendas de su futuro y labrarse un porvenir que transcienda la miseria a la que están amargamente avocados, si alguien no confía en ellos y les tiende una mano para ofrecerles una alternativa contra la autodestrucción.
            Otro tema importante, que se ha tratado en esta película, es el de la integración de individuos procedentes de distintas culturas, a través del desarrollo de la educación para la interculturalidad. Y esa interculturalidad no hubiera podido ser posible si no se ponen unos en el lugar de los otros, si no se experimenta la alteridad, si no se produce una inter-comprensión recíproca, que permita aunar los sentimientos y vivencias de cada uno de ellos, para que comprendan que la humanidad y las emociones traspasan toda diferencia étnica y cualquier matiz cromático de la piel, puesto que debajo de cualquier color late un ser humano que ansía ser comprendido, aceptado y querido.
            A través de la intercomunicación y la mutua comprensión se ha logrado atajar y ofrecer soluciones a los conflictos y a la violencia en el aula, de manera que se ha posibilitado una convivencia basada en la solidaridad, la tolerancia y el respeto mutuo.

            En la película vemos cómo la catalogación y clasificación de los alumnos no hace más que segregar y generar desigualdades que desembocan en la más absoluta injusticia, de manera que, incluso, se les niega a los alumnos de “segundo orden” la posibilidad de acceder a unos recursos con los que cuenta en centro y que se encuentran en desuso, por temor a que se deterioren.
La dejadez y el abandono, por parte de algunos docentes del centro, respecto de los alumnos más problemáticos, dan precisa muestra de aquel perfil del docente que se satisface con mirar su cuenta corriente a final de mes, sin involucrarse demasiado en el desarrollo de una labor docente que tenga como única finalidad garantizar el aprendizaje por parte del alumno en igualdad de condiciones y oportunidades, de manera que se le ofrezca más a aquél que más lo necesita. Si el docente cataloga al alumno y ve el fracaso en el alumno antes de ofrecerle una oportunidad, no existirá más futuro que la perpetuidad del fracaso para dicho alumno.
           La vocación, la entrega total y absoluta de Erin hacia sus alumnos,  resulta una conducta valiente, comprometida y altruista, que da precisa muestra de los sacrificios que, en ocasiones, tiene que realizar un buen docente para ofrecer a su alumnado la educación y la formación que necesita, hecho que desmonta por completo, el manido discurso de algunos medios de comunicación, políticos y sectores de la sociedad, que tienen erróneamente asumida la idea de la “buena vida” que se da el docente, mostrando su ignorancia ante la realidad de que ser profesor o maestro, trasciende el plano someramente material o laboral, ser maestro o profesor es mucho más que una profesión, ser maestro o profesor es una forma de vida.