¿Se puede saber ser maestro antes de ser maestro?
Si atendemos a la concepción de la figura
del maestro en un sentido amplio, podemos indicar que se puede ser maestro sin
necesidad de tener una titulación que nos valide como tal, ya que el
aprendizaje no se produce exclusivamente en los contextos escolares, sino que
tiene lugar en todo tipo de entornos extraescolares, en todo ámbito social y
empírico en el que el alumno tenga la posibilidad de participar, bien como
testigo, bien como protagonista. Los padres educan y enseñan a sus hijos en el
ámbito familiar, por lo que están desarrollando una labor docente, sin que para
ello se les requiera titulación, enseñan a sus hijos de forma natural y
espontánea, sin elaborar una programación u organización previa de los
contenidos, sin reflexionar o meditar sobre las estrategias metodológicas más
adecuadas para transmitir sus enseñanzas, sin establecer criterios de
evaluación, ni delimitar competencias básicas. El aprendizaje tiene lugar en
los espacios más inesperados, en los momentos más insospechados, en aquellas
situaciones en las que una persona adulta sirve de modelo o transmite sus
experiencias y conocimientos a los niños/as.
Desde nuestro punto de vista, es
necesario contar con unos conocimientos teóricos para contar con los recursos
necesarios para saber afrontar las diversas y diferentes situaciones educativas
que nos podemos encontrar en el aula. No obstante, en nuestra opinión, la
teoría, tristemente, no se corresponde con la práctica real en las aulas, por
lo que resultaría de especial necesidad analizar el ámbito práctico de la
docencia para poder establecer una relación directamente vinculada con los
casos particulares que tienen lugar en los espacios escolares, es decir, en
definitiva, con la realidad actual de nuestros alumnos.
La formación del docente debería
relacionar desde el primer momento en el que se inicia el ámbito práctico y el
ámbito teórico, de manera que los estudiantes puedan observar en primera
persona la efectividad de los presupuestos teóricos que se analizan en el
ámbito académico, y les sirva para ofrecer propuestas de mejora en el plano de
la teorización. De este modo, la conexión entre la práctica y la teoría
permitiría una actualización constante de la sistematización educativa,
promoviendo su adaptación constante a los continuos cambios sociales que se
producen de una manera tan rápida y que se reflejan en las escuelas con un
evidente desfase temporal.
¿Qué escuela queremos para la sociedad en la que vivimos?
Sin recaer en la idealización de utopías
irrealizables, sino partiendo de una reflexión anclada en criterios objetivos,
desde nuestro punto de vista, la escuela que queremos para la sociedad en la
que vivimos tiene que adaptarse a la realidad social, económica y política de
nuestra actualidad. Para ello, sería necesario que se estableciese una conexión
más profunda entre la teoría y la práctica docente, en el sentido más
extensional de esta relación. La interacción y el mutuo feed-back o
retroalimentación entre los contenidos epistemológicos y la realidad inmediata
del alumnado constituye o debe constituir un objetivo fundamental y un criterio
metodológico esencial, para que el aprendizaje llegue a ser un verdadero
proceso significativo para al alumnado. La conexión entre teoría y realidad no
debe plantearse únicamente entre los contenidos epistemológicos y el contexto
de interactuación o de interés del alumnado, sino que también tienen que
establecerse importantes lazos de unión entre la institución de la escuela y
las familias, así como con los ámbitos profesionales y los diversos sectores
que constituyen nuestra sociedad, de manera que la escuela pueda constituir,
realmente, una institución que sepa dar respuesta a las demandas efectivas de
la sociedad, y pueda contribuir desde el común esfuerzo a conseguir el bien
común social.
Por otro lado, deseamos una escuela que
esté conectada a nivel internacional con el resto de Europa y demás
continentes, de manera que desaparezcan las barreras idiomáticas que impiden la
constitución de una macro-sociedad de marcado cariz intercultural, en la que
exista una mayor comprensión y tolerancia hacia la diversidad, y en la que la
comunicación se constituya en principal cauce para superar de una manera
cooperativa transoceánica problemas, especialmente en nuestra actualidad, de
índole económica, social o de otro tipo.
Deseamos una escuela en la que la equidad
entre todos nuestros/as alumnos/as sea un hecho y no una mera intención
benevolente, es decir, la escuela tiene que ofrecer más a quien más lo
necesita, elaborando programas de compensación más adecuados a las necesidades
de nuestro alumnado, reforzando el número de maestros y especialistas para
ofrecer una enseñanza más particularizada a los alumnos/as. Esa equidad no debe
reflejarse sólo en un aumento material de recursos y de personal, sino que también
debe manifestarse en la adaptación de la metodología, las estrategias y
criterios de evaluación, en relación a aquellos alumnos que requieran
adaptaciones curriculares.
Queremos una escuela en la que todo tipo
de actividad que se realice vaya orientada a fomentar el deseo de aprender y la
curiosidad en nuestros/as alumnos/as, en la que la motivación constituya un
principio metodológico fundamental, para que de esta manera nuestros alumnos
cuenten con los conocimientos y estrategias necesarias que les proporcionen la
capacidad reflexiva suficiente como para poder adoptar una actitud crítica ante
todo tipo de sugestión o intento de coartar sus libertades y derechos con los
que se encuentren durante el desarrollo de sus experiencias vitales.
Queremos una escuela en la que el
alumnado ostente un papel activo y participativo en la construcción de sus
propios conocimientos, de manera que sea cada vez más autónomo y se pueda
desenvolver de una manera adecuada y libre en la sociedad actual. Además, la
escuela debe potenciar la creatividad de los alumnos, dejarles un margen
adecuado de responsabilidad en la elección de su actuación, de manera que los
alumnos desarrollen su capacidad reflexiva y emprendedora, para que puedan
contribuir en el futuro a la creación de elementos que mejoren la calidad de
vida de la sociedad en general, comprometidos con el bien común y con la
igualdad de oportunidades.
La escuela debe presentar un interés
especial en la educación en valores, ya que si los padres no pueden ofrecer
este tipo de educación a sus hijos, somos los maestros los que debemos llenar
esas carencias de nuestros alumnos, fundamental y especialmente a través de la
prédica con nuestro propio ejemplo como modelo de conducta.
La escuela debe dejar de dar importancia
a la calificación y empezar a dotar del valor que se merece al desarrollo de
aprendizajes consolidados de manera duradera, puesto que la calificación sólo
sirve para generar desigualdades y frustraciones en nuestros alumnos/as, para
crear etiquetas, en la mayoría de las ocasiones desmotivadoras para los mismos.
En nuestra opinión, resulta de mayor importancia el proceso que el resultado
final, puesto que en una única prueba final no se pueden medir todos los
conocimientos, estrategias, procedimientos, valores y actitudes que han
adquirido los alumno/as a lo largo del desarrollo de sus aprendizajes.
¿Existe un método para pensar qué hacemos en clase la
semana que viene?
Todo curso requiere una
planificación y para ello los docentes elaboran a principio de curso las
programaciones y unidades didácticas que seguirán a lo largo del mismo. Ello
debe ir acompañado de una adecuada preparación de las clases que debe
realizarse con la suficiente antelación con el objeto de prever qué recursos
serán necesarios, qué herramientas querrán utilizar y cuál es la metodología
más indicada para impartir una determinada materia.
El
profesor es el guía de este proceso de enseñanza-aprendizaje en el que se
encuentran inmersos los alumnos, de modo que debe ser él el responsable de encontrar
el método de trabajo más apropiado, debiendo tener en cuenta para este fin
factores muy importantes como son los objetivos perseguidos, los contenidos que
se van a trabajar y las características de cada uno de los alumnos.
Por
ello, no se trata de que exista un método concreto y determinado al que los
profesores puedan recurrir para preparar cada clase, sino que deben tener la
suficiente formación, creatividad y originalidad y, ante todo, motivación, para
saber cómo sacar el máximo provecho a una clase, y ello con la única finalidad
de que los alumnos adquieran un verdadero aprendizaje.
En
todo caso y, no obstante se deba respetar la programación didáctica fijada para
un determinado nivel, la aplicación estricta de la misma deberá depender del
ritmo de aprendizaje de los alumnos. Por ello, cualquier hipotético método de
planificación deberá poder ser revisado y modificado en función de las
necesidades educativas y el ritmo de aprendizaje de los estudiantes.
¿Qué vale la pena enseñar en la
escuela?
Después de una buena reflexión entre
nosotras sobre esta pregunta, hemos pensado que el currículum escolar aporta
grandes conocimientos y que puede ser ampliado o mejorado, pero que lo
primordial de la enseñanza es como proyectar
su metodología y es ahí, donde debe basarse el cambio, sobre todo en la
implicación y procedimientos que debemos
de utilizar en la enseñanza a los/as niños/as.
Una de las clases de Miguel, se basó
en demostrarnos como se puede trabajar todas las competencias con una metodología basada en un proyecto de investigación del día a día,
programando una excursión donde se elaboraba todo un gran planteamiento de
habilidades, destrezas y conocimientos.
Utilizando, cada una de las competencias desarrolladas en el currículum escolar,
partiendo de este proyecto los alumnos y alumnas trabarían con gran
participación, analizando y procesando todo un sistema de búsqueda personal y
en grupo, con la consiguiente implicación de todas las áreas educativas y
también, con el proceder de la vida cotidiana, que es lo que se van a encontrar
el día de mañana cada uno de ellos.
Partir de estos proyectos de
investigación el alumno/a, desarrollarán habilidades, actitudes y estrategias,
que potenciarán su motivación e
involucran, haciéndoles más cooperativos, participativos y menos competitivos. Con ello, se demuestra
que vale la pena enseñar, cómo enseñar y
cómo afrontar los problemas, situaciones que la vida nos plantea diariamente y
que ellos, son capaces de resolverlos, primeramente con apoyo profesional y
pedagógico y luego, lógicamente cada uno por sí mismo, sin olvidar el apoyo familiar y social, de
cada uno de ellos.
Las
competencias básicas ¿son una ayuda o un estorbo?
Las competencias básicas son una especie de
claves “integran” los conocimientos (conceptos, hechos y principios),
procedimientos y actitudes necesarios tanto para la vida actual como para el
futuro académico y profesional.
Las competencias básicas ayudan a definir qué
es lo más importante y al hacerlo, se alejan de forma clara de los llamados
contenidos específicos, ya sean máximos o mínimos.
§
§ Las competencias básicas, a diferencia
de los contenidos específicos, son permiten la realización y el desarrollo
personal a lo largo de la vida, la inclusión y la participación como persona,
ciudadanos activos y el acceso a un puesto de trabajo en el mercado laboral.
§
§ Se aplican en múltiples situaciones y
contextos para conseguir distintos objetivos, resolver situaciones o problemas
variados y realizar diferentes tipos de trabajos.
§
§ Son transversales e interdisciplinares
a las áreas y materias curriculares porque su aprendizaje no es exclusivo de
una de ellas.
§
§ Son integradoras, a diferencia de los
contenidos específicos, porque combinan conocimientos (“saber”), destrezas
(“hacer”) y actitudes (“querer”).
§
§ Y son dinámicas, porque la competencia
de las personas carece de límites en su crecimiento y se construye a lo largo
de la vida.
A partir de estos puntos creemos conveniente considerar que
la enseñanza y el aprendizaje de las competencias básicas no se reduce al
currículo pues hay otros ámbitos en la vida de los centros docentes que
facilitan su progresión y desarrollo.
En este sentido, la participación en la organización y
funcionamiento de los centros, la práctica de la convivencia, las actividades
extracurriculares y complementarias y las distintas actuaciones y relaciones
con el entorno ofrecen una multitud de ocasiones para ofrecer al alumnado
escenarios reales de aprendizaje.
Existe otra razón que, por sí misma, justifica la
incorporación de las competencias básicas al currículo y ésta, no es otra que
la de contribuir a facilitar la puesta en marcha del modelo de escuela
inclusiva. La escuela que apuesta por enseñar lo importante, renuncia a
utilizar el saber como instrumento de selección del alumnado y pone los medios
para hacer posible que la calidad educativa alcance a todos sin exclusión.
¿En qué consiste crear buenas condiciones para que los
alumnos aprendan?
Consiste en crear un lugar propicio, un
clima en el que los alumnos/as se estimulen, un lugar en el que no se
encuentren cohibidos y no se vean limitados por barreras, un lugar en el que el
respeto entre compañeros/as esté patente y en el que todos participemos, un
lugar en el que todos los alumnos/as opinan, debatan y construyan su propio
aprendizaje, un lugar en el que sean ellos mismos los protagonistas y se
sientan cómodos, un lugar en el que se despierte el interés y la motivación, un
lugar en el que cada día quieran ir a más y no haya miedo al fracaso, un lugar
en el que seamos conscientes de que como seres humanos todos cometemos errores
y que por lo tanto de ellos también aprendemos.
¿Se puede medir el aprendizaje?
Pensamos que el aprendizaje no se puede
medir, el aprendizaje es algo que tenemos en la mente y se relaciona con lo que
uno hace o expresa, es algo abstracto con lo cual difícil de medir. A pesar de
que muchos informes digan que a través de una serie de pruebas o preguntas se
podría llegar a medir, nosotras seguimos pensando que no se puede, ya que un
docente puede enseñar contenidos, valores o transmitir conocimientos pero nunca
sabrá cuanto de lo que ha transmitido ha aprendido y adquirido el alumnado. Son
tres conceptos distintos el de medir, calificar y evaluar. Quizás con algunas
preguntas o pruebas puedas evaluar parte de lo que un niño/a adquiere en su
proceso de aprendizaje pero nunca podrás saber cuanto.